domingo, 27 de noviembre de 2016

La lengua pertenece a los usuarios.

Hay quienes defienden el buen escribir, es decir, el respetar las reglas ortográficas, los acentos y signos de puntuación. Otros ni se preocupan por ello, y alegan que a fin de cuentas, lo que importa es transmitir el mensaje y que éste sea entendido.



Lo que sí es cierto, es que con la globalización de la Internet, que comenzó en los Estados Unidos de Norteamérica y cuya lengua oficial es el inglés, se vieron pues, el resto de los idiomas del mundo afectados por la carencia de algunas letras, acentos gráficos y signos ortográficos inexistentes en el idioma anglosajón. Tiempo después, con la comercialización de los celulares y su posterior avance en la mensajería de texto, se continuaba con esta carencia, dando origen a la omisión de acentos gráficos, sustitución de las eñes por enes, y ausencia total de los signos de apertura de exclamación e interrogación, característicos éstos del español, y siendo esta mi lengua materna, habré de hablarles sobre ella.



Pero poco a poco, se fueron incluyendo estas características en los dispositivos electrónicos en la medida en la que eran demandados. Quizás fue en principio una estrategia de mercado, en donde las grandes compañías se peleaban por ofrecer a los usuarios de habla hispana (nada más y nada menos que el tercer idioma más hablado del mundo, sucediendo al inglés) la posibilidad de escribir con las características del idioma castellano. El caso es que hoy por hoy, esto es una realidad, como lo es también el hecho de que ya el mal estaba hecho.



Si bien es cierto que en ocasiones no influye la colocación de una tilde en una palabra para poder entender un mensaje, en esa misma proporción será también su grado de entendimiento. Recuerdo que una vez en el liceo, mientras esperábamos a una profesora que se retrasó en su llegada, un grupo de estudiantes nos encontrábamos al otro extremo de la institución, y para aquel entonces no todos tenían celular. El caso es que en el grupo en el que me encontraba había una muchacha que tenía uno, y pasada media hora de estar allí, un compañero nuestro que se encontraba en el aula de clases le escribió este mensaje de texto: "Llego la profesora" [sic]. Rápidamente nos fuimos al salón, y dicho compañero estaba sentado afuera y al verlo allí la compañera le preguntó: "¿Qué pasó, no llegó la profesora, pues?" y el joven le respondió que él no había dicho eso, que en realidad él le había preguntado si la profesora había llegado. Entonces ella le respondió que él debió, al menos, escribir el signo de cierre de la pregunta.

Y este es sólo un ejemplo de los múltiples inconvenientes que se nos presenta por no escribir correctamente.



Debido a la evolución del idioma español, sobre todo en Latinoamérica, los grafemas "b" y "v" tienen la misma pronunciación, esto es, labial,  representado por /b/. Este es uno de los cambios más antiguos que nos presenta el español, pero también debemos considerar que los sonidos je y ji tienen el mismo sonido que ge y gi, que se representan por /x/. Sobre esta homofonía, proponía Andrés Bello que se unificara y todas las palabras con ge y gi se escribiesen con j. Propuso Bello también otros cambios, pero a pesar de haberse aplicado su propuesta en Chile, Argentina, Colombia, Venezuela, Ecuador y Nicaragua, el 12 de octubre de 1.927 se promulgó en Chile, el último país en abandonar el sistema de Bello, el decreto en donde se reestablecían las normas de la Real Academia Española de letras.



Nos encontramos también que en Latinoamérica los grafemas "s", "z" y "c" frente a las vocales "i" y "e" tienen también el mismo sonido, es decir, /s/ sorda. Lo mismo ocurre con la "ll" y la "y" que se pronuncian igual (yeísmo). Otro caso lo vemos con la "h" que en general no posee sonido alguno, salvo cuando se encuentra después de la "c". Son muchos otros, pero para no ahondar tanto en el asunto, basta con decir que todo esto representa por sí mismo una ardua tarea para determinar cómo ha de escribirse una palabra cuando se la oye por vez primera y no tenemos la menor idea de su origen etimológico ni podemos relacionarla con ninguna otra existente de la cual tengamos conocimiento. Ejemplo vivo de esto es el nombre del plato "ceviche", que también se puede escribir "cebiche "seviche" y "sebiche".



Y no es que la Real Academia Española (RAE) diga que se escribe así, o de aquella forma. No. La función de la RAE es normar y aconsejar, pero así mismo adoptar nuevas palabras. Las palabras que dice la gente. Las palabras que decimos. Porque representan parte de nuestra idiosincrasia. Y punto. pero una cosa es normar y aceptar lo que se dice y/o escribe, y otra muy diferente es permitir aberraciones idiomáticas. Hace poco compartí en una red social un corto video en donde se criticaba a esta institución por supuestamente aceptar aberraciones que la gente mal hablada dice. Y alegaban dichos críticos que al paso que lleva la RAE, acabará por dejar que todos hagamos lo que nos dé la gana con el español de aquí a unos años. Y nada más falso que eso.

Las palabras que se criticaban en ese video, y de las cuales puedo acordarme en este momento son:

"Ansí" como sinónimo de "así".  Pues la verdad es que el primero es un adverbio en desuso (desuso significa "falta de uso, costumbre o hábito", por lo que no implica que su uso sea incorrecto). Sobre el "ansí", puedo decirles que este mismo adverbio se escribe en francés "ainsi", en catalán "així", en portugués "assim", y en italiano "così". Como todos estos idiomas provienen del latín, puede observarse su similitud. Pero aún hay más, pues diversos autores lo emplearon como Pío Baroja en su libro titulado "El mundo es ansí".



Un caso similar se puede ver con "murciégalo" y "almóndiga". Dichas palabras en desuso también, pero han de saber que en efecto, esas eran las formas correctas antes, y luego la gente comenzó a decir "murciélago" y "albóndiga" y quienes hacían esto eran considerados unos ignorantes. Pero es el uso el que define qué palabras utilizamos para hablar y cuáles no. Esto nos muestra que, lo que antes era "correcto", ahora no lo es, y viceversa. Aunque decir que es correcto o no, me parece inapropiado, puesto que se trata del desuso nada más.

Otro grupo de palabras criticadas eran "perfeto", "correto", "sétimo", "otubre", "setiembre", entre otras similares, que pueden usarse en lugar de "perfecto", "correcto", "séptimo", "octubre" y "septiembre", respectivamente. Y aquí lo que ocurre es la simplificación fonética cuando se encuentran dos consonantes sordas, de manera que se suprime la primera y prevalece la segunda. Además de eso, cabe resaltar que también estamos hablando aquí de palabras en desuso, que con el tiempo se prefirió utilizar su forma más parecida al latín, su lengua madre. Cada una de las lenguas romances adoptó la pronunciación más simple o conveniente, de allí que estas cinco palabras se escriben así en italiano: "perfetto", "corretto", "settimo", "ottobre" y "settembro", es decir, del encuentro de las dos consonantes sordas suprimieron la primera y duplicaron la segunda; en portugués: "perfeito", "correto", sétimo", "outubro", "setembro", donde podemos observar la supresión de la primera consonante o su sustitución por una "i" o una "u"; en francés: "parfait", "correct", "septième", "octobre" y "septembre", vemos que del encuentro consonántico de las dos sordas o bien sustituyen a la primera por una "i", o conservan ambas consonantes; en catalán: "perfecte", "correcte", "setè", "octubre" y "septiembre", y aquí vemos una correspondencia casi exacta con el español: "perfecto", "correcto", "séptimo", "octubre" y "septiembre". Pero el origen de estas palabras, como he dicho, proviene del latín: "perfectus", "correptus", "septimus", "october" y "september".



Claro, que esto no ocurrió con todas las palabras en todos los idiomas de manera simultanea. Si así hubiese sido, del latín "septimana" tendríamos en español "septimana" si consideramos que el español suele conservar este tipo de encuentro de consonantes sordas, o en otro caso "setimana" eliminando la primera consonante que en general es la más difícil de pronunciar. Pero en italiano tenemos "settimana", en catalán: "setmana", en francés "semaine", y en português "semana". De manera que no existe una correspondencia o evolución exacta y equivalente para todas las lenguas romances, sino que cada una, atendiendo a su uso y también a la frecuencia de la palabra en cuestión,  siempre trató de simplificar su pronunciación y su escritura.

El caso es que varios de estos idiomas han realizado reformas ortográficas, en especial de muchas palabras que tenían acento diacrítico. De esta manera, tenemos en español la supresión del mismo en los pronombres demostrativos, verbigracia: "ése", "aquélla", "éstas", etc. También ocurrió con el par "sólo", "solo". Pero como he dicho, la RAE norma y aconseja, no impone. Y me considero ortodoxo con ésta reforma, por lo cual siempre trato de seguir usándolo como lo aprendí en la escuela primaria. Aquí ya es una cuestión de gustos.

Por su parte, en Brasil, desde el primero de enero de 2.016, es obligatorio el Acuerdo Ortográfico de la Lengua Portuguesa de 1.990. Y también en febrero de este mismo año los franceses aprobaron una nueva reforma ortográfica que retomaron de 1.990 y que no había tenido efecto hasta su aplicación hace unos meses. Los catalanes por su parte también aprobaron recientemente una reforma ortográfica. Y en general, estas cuatro reformas: la española, portuguesa, francesa y catalana, comparten la supresión de acentos ortográficos, en especial los diacríticos, salvo en el caso del portugués que obedece a ciertos diptongos.

Finalmente, tendremos usuarios a favor y en contra de las reformas ortográficas. Podría decir que estoy en contra, pero no es así, y reitero: la RAE no impone, aconseja. Y yo seguiré escribiendo como se me enseñó en la escuela, pero respetaré a quienes desean apegarse a la reforma.

Publicado originalmente el 27/11/2.016 en mi otro blog:

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